jueves, 25 de noviembre de 2010


Entrevista: Simon Murray

“Es preciso vivir aventuras”

En la adolescencia, Simon Murray realizó un sueño de su generación: se unió a la Legión Extranjera. A los 63 años, alcanzó el Polo Sur a pie.

“Quien no tiene miedo es libre”, dice.

Reportaje de Isabela Boscov para la revista brasileña Veja! del 19 de mayo de 2010.

Foto de Laílson Santos.


A los 19 años, después de sufrir una desilusión amorosa, el inglés Simon Murray hizo algo con lo que muchos jóvenes de su generación soñaban, pero nunca se atrevieron a poner en práctica: se alistó en la Legión Extranjera, la famosa unidad militar francesa que combatió principalmente en los desiertos del norte de África. De 1960 a 1965, el muchacho salido de un internado inglés para niños de buena familia luchó en condiciones durísimas, en particular contra los insurgentes argelinos que trataban de liberarse del colonialismo francés. La experiencia, que Murray describe en el libro ”Legionario”, ahora publicado en Brasil por la Editora BEĨ, fue el comienzo de una vida llena de riesgos. Algunos de ellos, calculados como los negocios diversos que Murray condujo para grandes empresas multinacionales en Asia desde los años 70, en ramos que van desde las finanzas al petróleo y la telefonía. Otros, de audacia notable, como la caminata de 1200 kilómetros que, hace seis años, lo convirtió en el hombre más viejo en llegar al Polo Sur a pie, sin apoyo logístico. En sus 70 años, Murray, un caballero encantador, sigue haciendo algo inusual, como participar de regatas: “un poco de aventura - o incluso de peligro - ayuda a las personas a conocerse mejor y mantenerse joven ", dijo en esta entrevista hecha por la revista VEJA en Londres.

¿Por qué, a los 19 años, prácticamente huyó de Inglaterra y se alistó en la Legión Extranjera?
Me crié en un mundo muy diferente de aquel en el que los jóvenes crecen hoy. Yo nací poco después del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Cuando yo no tenía ni siquiera dos años, Londres fue objeto de bombardeos de los alemanes, y ahí empezó mi peregrinaje - por las casas de parientes y luego por internados -. A partir de los 4 años, en la práctica, no vivía más con mi madre. Me independicé muy pronto. Por ejemplo: justo antes de tomar los exámenes finales de secundaria, estaba en Holanda, paseando a lo largo de los muelles de Rotterdam, cuando vi una larga fila de hombres que trataban de obtener trabajo en los buques. Me uní a la cola y pasé un año en el mar en un buque mercante. Por supuesto que perdí mis exámenes, y con ellos la oportunidad de acceder a la universidad. Entonces fui a trabajar en una fundición en Manchester, en la zona industrial de Inglaterra, y odié cada día del año que pasé allí. Lo único bueno que había en aquel lugar era una muchacha, la hija del director de la fundición, llamada Jennifer - quien, sin embargo, sentía que yo no era muy buen partido, a causa de mi manía de buscar aventuras -. En un gesto romántico, entonces, intenté entrar en el ejército británico, el cual me rechazó al constatar que soy daltónico. Decidí buscar suerte en París. Y al día siguiente de mi llegada, impulsivamente me alisté en la Legión Extranjera.

Si usted es daltónico, ¿cómo fue aceptado en la Legión?

Parte de la prueba de admisión tenía por objeto detectar las dificultades en distinguir los colores. Se me mostró un cartel en el que tenía que ver a una gallina - no vi ninguna gallina, por que mezclo los colores, pero el oficial pensó que la respuesta no me salía porque yo no sabía decir "gallina" en francés -. Comenzó a cacarear, para ayudarme. Pasé la prueba, y nadie sospechó nunca de mi daltonismo.

¿Cuál fue su primera impresión de la Legión?
El régimen era durísimo - y por supuesto se puede decir lo mismo de los marines de EE.UU. o de las fuerzas especiales británicas -. Pero cuando usted se une a un regimiento como estos dos, está en medio de iguales: personas con el mismo tipo de historia, provenientes de situaciones sociales similares. En la Legión, fue todo lo contrario. Éramos cerca de 25.000 soldados de decenas de nacionalidades y con todo tipo de pasados. Era notorio, por ejemplo, que hombres en problemas con la ley frecuentemente se escapaban alistándose en la Legión. Durante mis dos primeros años, fui el único inglés en mi regimiento. No había nadie que siquiera se pareciese a mí; el sujeto a tu lado podía ser ruso o alemán, o chino, y venir de un mundo completamente diferente al tuyo. Por otra parte, durante los tres meses de entrenamiento básico, los reclutas no podían salir, encontrarse con amigos o llamar a su madre para matar la nostalgia. Por cinco años completos, no hice una sola llamada telefónica. Era como estar en la Luna.

¿Cuál fue la lección más importante que usted aprendió?
Abrí mis horizontes, sobre todo respecto a las personas. La Legión es una gran niveladora. Tanto si eres un príncipe, un poeta, un obrero o un villano, eres tratado de la misma manera que todo el mundo a tu alrededor. Eres un nombre y un número, nada más, y tu pasado deja de existir. Aprendí, así, a circular entre todo tipo de personas y encontrar un denominador común con cualquiera. Esta es una habilidad que me ha sido muy valiosa en la vida, sobre todo como empresario que actúa en diferentes partes del mundo.

¿No causó extrañeza entre su familia y sus amigos el hecho de que un muchacho inglés de 19 años decidiera luchar en África por la Francia colonial?
Luchar en una guerra colonial era lo de menos, porque también el imperio colonial británico se estaba desmoronando desde el final de la Segunda Guerra Mundial - aunque con menos fricción y violencia, en general, que en el caso del francés - . Lo que realmente causó perplejidad es que todos los muchachos ingleses de mi generación crecieron leyendo “Beau Geste”, un clásico juvenil que describía la vida en la Legión como una cadena de aventuras y peligros. Pero eso era algo para ser deseado e imaginado, no para ser vivido. Yo, sin embargo, decidí dar el paso que cubría esa distancia.

¿Se ha preguntado alguna vez si había mérito en la causa del Frente de Liberación Nacional de Argelia, mientras que luchaba en contra de ella?
No. En la visión de Francia y, por supuesto, de la Legión Extranjera, no estábamos trabando una guerra colonial, y sí luchando contra insurgentes y terroristas. En 1962, el entonces presidente francés Charles de Gaulle negoció la independencia de Argelia, y la guerra prácticamente cesó. Pero hasta entonces, este no era el punto de vista - el de una rebelión contra la explotación colonial – que se tenía sobre las hostilidades en la región.

Se oye mucho acerca de cómo la Legión Extranjera, a pesar de ser una unidad del ejército francés, fue en gran parte leal sólo a sí misma. ¿Usted vio un episodio que confirmara esta visión?
Sí. En 1961, parte del ejército francés se rebeló contra De Gaulle, en un casi presagio de una guerra civil. El motivo era justamente el hecho de que De Gaulle no mostraba determinación en mantener a Argelia como parte de Francia. Una gran parte de la Legión Extranjera se adhirió, y mi regimiento, de paracaidistas, estaba listo para abalanzarse sobre París. Más célebre aún, claro, es el hecho de que durante la Segunda Guerra Mundial la Legión luchó contra Alemania, mientras que Francia propiamente dicha se rindió. Un único regimiento de legionarios consiguió, por sí solo, detener a las fuerzas del mariscal alemán Rommel durante dieciséis días enteros.

¿Los legionarios entonces corresponden al mito - son hombres duros - ?
Creo que nuestra gran cualidad fue la capacidad de resistir por mucho tiempo, en condiciones terribles, sin quebrarse.

¿Y el entrenamiento por el cual usted pasó, también correspondía a la fama temible que tenía?
Sí . Otros reclutas y yo enfrentamos hambre, frío, calor, sed, suciedad, agotamiento, disciplina inflexible y oficiales implacables. Uno de nuestros compañeros se suicidó porque no podía soportar estas condiciones. Pero en mi experiencia, aquel sufrimiento de los meses de entrenamiento fue una etapa esencial para lo que vino después - los años de combate en el desierto -. Sin él, no sé cómo habríamos resistido a las adversidades de la vida en el frente. Curiosamente, en 1982, regresé a Marsella, la sede de entrenamiento de la Legión, para hacer un documental para la BBC. Vi a los reclutas en la playa, al sol, con mujeres por todas partes, o alojados en barracas limpias y confortables. Manifesté mi sorpresa, y el comandante del 2 º Regimiento de Paracaidistas - mi regimiento – me explicó que, a lo largo de los años, ellos habían constatado que no es necesario castigar a un soldado de la forma en que nosotros fuimos castigados para volverlo leal y preparado. Confieso tener mis dudas sobre la eficacia de este nuevo enfoque. Si bien el mundo en general era mucho más difícil hace cincuenta años de lo que es hoy en día.

¿Cuál fue su mejor momento en la Legión Extranjera?
Mi último día. Recibí un certificado de buena conducta, atravesé los portones del cuartel de Marsella, saludé al centinela - y me fui -. Fue el mejor adiós de mi vida.

Si usted tuviese de nuevo 19, pero sabiendo lo que sabe hoy, ¿se alistaría nuevamente?
Probablemente no. Es una de esas cosas que es bueno recordar, mucho tiempo después, pero un infierno hacer.

En 2004, a los 63 años, usted se convirtió en el hombre más viejo en llegar al Polo Sur a pie y sin apoyo logístico. ¿También fue un infierno?
Sin lugar a dudas. La gente quiere saber si me gustó caminar hasta el Polo Sur. Pero no hay manera de gustar de caminar 1.200 kilómetros cargando 150 kilogramos de equipo, en un frío indescriptible. Perdí 23 kilogramos en 58 días. Al volver, un reportero del diario “The Times” de Londres me preguntó cómo me sentía - y publicó mi respuesta, al día siguiente, palabra por palabra: "¡Juro que nunca más quiero ver una m***a de un copo de nieve en mi vida!", le espeté -. De todos modos, no es agradable pasar por estas pruebas. Pero es siempre una sensación invariablemente positiva la de haber sido probado hasta el límite y descubrir lo que se puede soportar - o, simplemente, conocerse a sí mismo -. Hay un dicho que dice que un hombre que no tiene miedo a la muerte está libre para vivir. Añadir un poco de peligro a la vida es saludable.

Alcanzar el Polo Sur no es sólo un poco peligroso. Muchos han muerto tratando. ¿Por qué usted decidió correr el riesgo?
Mi esposa fue la primera mujer en dar la vuelta al mundo, de Este a Oeste, pilotando un helicóptero, y estaba planeando volar desde el Polo Sur al Polo Norte. Ella quería que yo colaborase en la financiación de la expedición, como lo había hecho en otras ocasiones, pero yo estaba reluctante. Para envolverme en el proyecto, entonces, ella invitó a cenar a un explorador, Pen Hadow. Ella argumentó que podría dejarme a 60 kilómetros del polo en helicóptero y luego Hadow me acompañaría en este pequeño trecho de marcha. Hadow nunca había llegado hasta el Polo Sur, mas, entre una botella de vino y otra, combinamos los dos que intentaríamos hacer lo imposible. Y, milagrosamente, lo hicimos.

¿En qué otras aventuras participó?
Tengo un grupo de amigos muy bien dispuestos, y cada año hacemos algo especial. Ya escalamos el Monte Kilimanjaro, en África, fuimos al campamento base del Everest, participamos en una regata en el Mar de China y un maratón en el desierto de Marruecos. Suena impresionante, pero la verdad es que son cosas pequeñas y perfectamente factibles, a las cuales nos lanzamos para mantenernos jóvenes.

¿Cómo se mantiene en forma?
No frecuento gimnasios. Camino mucho, al menos una hora por día, y en verano ando en bicicleta todo lo que puedo. No tomo ascensores o escaleras mecánicas - siempre corro escaleras arriba -. También trato de alimentarme de manera saludable. Si me ofrecen un filete, lo acepto. Pero no tomo la iniciativa de comer carne roja. Y bebo vino todos los días. Salud y estado físico, creo, son una cuestión de actitud.

¿Qué pasó con Jennifer, la hija del director de la fundición de Manchester, por causa de quien toda esta historia comenzó?
En mi tiempo, el aura romántica de la Legión Extranjera realmente funcionaba con las chicas. Cuando obtuve la baja, Jennifer rompió su compromiso con otro hombre y fue a encontrarse conmigo en París. Hemos estado casados 45 años y tenemos tres hijos. Ninguno de ellos gusta de las aventuras.

__________________________________________________